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Otro Premio Nobel de Economía Para la Economía Institucional Neoliberal Anglocéntrica Jomo Kwame Sundaram

La nueva economía institucional ha recibido otro Premio Nobel de Economía, aparentemente por afirmar de nuevo que las buenas instituciones y la gobernanza democrática garantizan el crecimiento, el desarrollo, la equidad y la democracia. Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson son bien conocidos por su influyente trabajo cliométrico. Estos autores han reelaborado la afirmación del también galardonado en 1993 con este premio Douglass North (1920-2015), quien postuló que los derechos de propiedad han sido cruciales para el crecimiento y el desarrollo, habiendo desdeñado, sin embargo, los argumentos posteriores de este autor al respecto, que fueron mucho más matizados. Para los tres galardonados, las «buenas instituciones» fueron trasplantadas por el colonialismo de colonos europeo anglófono («anglos»). Aunque quizá metodológicamente novedoso, su aproximación a la historia económica es reduccionista, sesgado y engañoso.

Caricaturas de la nueva economía institucional

Acemoglu, Johnson y Robinson fetichizan los derechos de propiedad como cruciales para la inclusión económica, el crecimiento y la democracia. Ignoran e incluso niegan los análisis económicos muy diferentes realizados por John Stuart Mill, Dadabhai Naoroji, John Hobson y John Maynard Keynes, entre otros autores liberales. Los historiadores y antropólogos son muy conscientes de las diversas pretensiones y derechos existentes sobre los activos económicos, como sucede con la tierra cultivable y su uso, por ejemplo, mediante el derecho de usufructo. Incluso los derechos de propiedad propiamente dichos son mucho más variados y complejos. La creación legal de «derechos de propiedad intelectual» confiere derechos de monopolio sobre esta al negar otras pretensiones sobre los mismos. Sin embargo, la noción anglo-estadounidense de derechos de propiedad postulada por la nueva economía institucional ignora la historia de las ideas, la sociología del conocimiento y la historia económica, amalgamándose y confundiendo los conceptos más sutiles de propiedad, imperialismo y globalización históricamente verificables. Acemoglu, Johnson y Robinson apenas establecen diferencia alguna entre los diversos tipos de acumulación de capital a través del comercio, el crédito, la extracción de recursos y los diversos modos de producción, entre los que se cuentan la esclavitud, la servidumbre, el peonaje, la servidumbre por deudas y el trabajo asalariado.

John Locke, el «padre del liberalismo» según Wikipedia, también redactó las constituciones de las dos Carolinas, ambos territorios entonces estados esclavistas estadounidenses. El tratamiento de la cultura, el credo y la etnia que hacen Acemoglu, Johnson y Robinson recuerda al choque de civilizaciones concebido por Samuel Huntington. La mayoría de los sociólogos y antropólogos se sentirían avergonzados del mismo. Los sujetos coloniales y poscoloniales permanecen pasivos, incapaces de construir sus propias historias. Los Estados poscoloniales reciben un trato similar y se les considera incapaces de desplegar con éxito políticas de inversión, tecnológicas, industriales y de desarrollo. Thorstein Veblen y Karl Polanyi, entre otros estudiosos, han debatido durante mucho tiempo sobre las instituciones presentes en la economía política, pero en lugar de hacer avanzar la teoría de la economía institucional, el oportunismo metodológico y las simplificaciones de la nueva economía institucional la han hecho retroceder.

Otro Nobel concedido a la nueva economía institucional

Para Acemoglu, Johnson y Robinson los derechos de propiedad generaron y distribuyeron la riqueza en las colonias anglosajonas, incluidos los dominios de Estados Unidos y de Gran Bretaña. Su ventaja se debía supuestamente a instituciones económicas y políticas «inclusivas» propiciadas por los derechos de propiedad anglosajones. Las variaciones registradas en los resultados económicos obtenidos por las distintas economías se atribuyen al éxito del trasplante de los mismos y de la dominación política de las colonias por parte de los colonos. Había más tierras disponibles en la zona templada escasamente poblada, sobre todo después de que las poblaciones indígenas se redujeran debido al genocidio, la limpieza étnica y los desplazamientos. Estas zonas estuvieron mucho menos densamente pobladas durante milenios debido a su menor «capacidad de carga». La abundancia de tierras permitió la propiedad generalizada, considerada necesaria para la inclusión económica y política. Así, las colonias anglosajonas «lograron» instituir tales derechos de propiedad en entornos templados con abundancia de tierras.

Este tipo de asentamiento colonial era mucho menos factible en los trópicos, que durante mucho tiempo habían albergado poblaciones indígenas mucho más densas. Las enfermedades tropicales también disuadieron a los nuevos colonos procedentes de las zonas templadas. Así, la esperanza de vida de los colonos se convirtió en causa y efecto del trasplante institucional. La diferencia entre las «buenas instituciones» de «Occidente», incluidas en este término las colonias anglosajonas, y las «malas instituciones» del «resto del mundo» es fundamental en el análisis de Acemoglu, Johnson y Robinson. La menor esperanza de vida y la mayor morbilidad de los colonos blancos en los trópicos se achacan a la incapacidad de establecer buenas instituciones.

El privilegio de los colonos anglosajones

Sin embargo, a este respecto la correcta interpretación de los resultados estadísticos es crucial. Sanjay Reddy ofrece una interpretación muy diferente del análisis econométrico de Acemoglu, Johnson y Robinson. El mayor éxito de los colonos anglosajones también podría deberse a un sesgo étnico colonial a su favor y no a la existencia de mejores instituciones. No es de extrañar que la History of the English-Speaking Peoples (4 vols., 1956-1958) del racista imperial Winston Churchill celebre a esos europeos anglófonos. La evidencia proporcionada por Acemoglu, Johnson y Robinson, criticada por engañosa por otras razones, no fundamentan necesariamente la idea de que la calidad institucional (equiparada a la aplicación de los derechos de propiedad) sea realmente importante para el crecimiento, el desarrollo y la igualdad. Reddy señala que las circunstancias económicas internacionales que favorecieron a los anglosajones han determinado el crecimiento y el desarrollo. La preferencia imperial británica favoreció a estos colonos frente a las colonias tropicales sometidas a la explotación extractivista. Las colonias de colonos también recibieron la mayoría de las inversiones británicas en el extranjero.

En opinión de Reddy la imposición de los derechos de propiedad privada anglo-estadounidenses no constituye una razón ni necesaria ni suficiente para sostener el crecimiento económico. Por ejemplo, las economías de Asia Oriental han utilizado pragmáticamente acuerdos institucionales alternativos para incentivar las políticas dirigidas a emular e igualar el desarrollo de las economías más avanzadas. Reddy señala que «la aproximación falseada de los autores a los conceptos» ha tergiversado la concepción y descripción de «las economías dotadas de derechos de propiedad bien afianzados, que ellos califican sesgadamente como “inclusivas”, mediante el expediente de oponerlas a las economías “extractivas”, cuya organización y ritmo giran en torno a la explotación de los recursos naturales».

Propiedad frente a derechos populares

La afirmación de Acemoglu, Johnson y Robinson de que los derechos de propiedad garantizan una economía «inclusiva» también está lejos de ser evidente. Reddy señala que una democracia rawlsiana de propiedad generalizada contrasta netamente con una oligarquía plutocrática. Estos autores tampoco explican de forma persuasiva cómo los derechos de propiedad garantizaban la inclusión política. Protegidos por la ley, los colonos coloniales a menudo defendían violentamente sus tierras adquiridas contra los indígenas «hostiles», negándoles sus derechos sobre la tierra y reclamando su propiedad. Las concesiones políticas «inclusivas» vigentes en el Imperio británico se limitaban principalmente a los dominios coloniales de los colonos. En otras colonias, el autogobierno y los derechos y las libertades populares sólo se concedieron a regañadientes y bajo una enorme presión.

La exclusión previa de los derechos y reivindicaciones indígenas permitió dicha inclusión, especialmente cuando los «nativos» supervivientes dejaron de considerarse una amenaza. Los derechos autóctonos tradicionales fueron circunscritos, cuando no eliminados, por los colonos. El afianzamiento de los derechos de propiedad también ha consolidado la injusticia y la ineficacia. Muchos defensores de estos derechos se oponen a la democracia y a otras instituciones políticas inclusivas y participativas, que a menudo han contribuido a mitigar los conflictos.

El comité del Premio Nobel está apoyando la legitimación por parte de nueva economía institucional de la desigualdad de la propiedad/riqueza y el desarrollo desigual. El premio concedido a Acemoglu, Johnson y Robinson pretende también relegitimar el proyecto neoliberal en un momento en el que está siendo objeto de un rechazado dotado de una amplitud sin precedentes.

(This article was originally published in Dio Red on October 31, 2024)

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