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La nueva geopolítica es peor para el Sur global Jomo Kwame Sundaram

Fin de la primera Guerra Fría

El final de la primera Guerra Fría se ha interpretado de diversas maneras, la más común como un triunfo de Estados Unidos. El politólogo estadounidense Francis Fukuyama proclamó la teoría del fin de la historia con la victoria del capitalismo y la democracia liberal.

Con el colapso de la Unión Soviética y los regímenes aliados, Estados Unidos parecía indiscutible e indiscutido en el nuevo mundo unipolar. La influyente revista estadounidense Foreign Affairs calificó de soberanista la política exterior estadounidense resultante.

Pero el nuevo orden también provocó un nuevo descontento. El también politólogo estadounidense Samuel Huntington (1927-2008) caricaturizó las diferencias culturales y acusó al mundo de choque de civilizaciones. Sus artificiosas categorías culturales sirven a una nueva estrategia de divide y vencerás.

La geopolítica actual asocia a menudo las diferencias geográficas y culturales con supuestas divisiones ideológicas, sistémicas y políticas. Estas supuestas líneas divisorias también han alimentado la política de la identidad.

La nueva Guerra Fría es caliente y sangrienta en algunas partes del mundo, y a veces se extiende rápidamente. Al normalizarse cada vez más la belicosidad, las hostilidades han crecido peligrosamente.

La liberalización económica, incluida la globalización, se ha invertido de forma desigual desde el cambio de siglo. Mientras tanto, la financiarización ha socavado la economía real, especialmente la industria.

Los ministros de finanzas del Grupo de los 20 (G20), que representan a las 19 mayores economías del mundo, incluidas varias del Sur global -más la Unión Europea originalmente y recientemente la Unión Africana-, empezaron a reunirse tras la crisis financiera asiática de 1997.

El G20 comenzó a reunirse a nivel de Jefes de gobierno tras la crisis financiera mundial de 2008, que se consideró un fracaso del Grupo de los Siete (G7). Sin embargo, la relevancia del G20 ha vuelto a disminuir a medida que el Norte industrial reafirmaba la centralidad del G7 con la nueva Guerra Fría.

La Otan manda

La ostensible razón de ser de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) ha desaparecido con el fin de la primera Guerra Fría y de la Unión Soviética.

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Las caras de las potencias occidentales también han cambiado. Por ejemplo, el Grupo de los Cinco (G5) creció hasta convertirse en el G7 en 1976. El encaprichamiento de Estados Unidos con la Rusia postsoviética de Boris Yeltsin y Vladimir Putin la llevó incluso a formar parte del G8 durante algunos años.

Tras la ilegal invasión estadounidense de Iraq en 2003, la soberanista doctrina de Paul Wolfowitz de 2007 -que dictaminó a Estados Unidos como la única superpotencia con el fin de la Unión Soviética y la Guerra Fría-,  redefinió sus prioridades en política exterior para reforzar la Otan e iniciar una nueva Guerra Fría.

La movilización de la Otan de Europa detrás deEstados Unidos contra Rusia apoya ahora a Israel que apunta a China, Irán y otros.

Violando la Carta de la Organización de las Naciones Unidas, la invasión rusa de 2022 del este de Ucrania unió y fortaleció a la Otan y a Europa detrás de Estados Unidos. A pesar de las tensiones anteriores en el Atlántico Norte, Europa se unió al ahora presidente saliente Joe Biden contra Rusia, pese a sus altos costes.

El derecho internacional tampoco ha frenado la expansión de la Otan hacia el este, hasta la frontera rusa. Estados Unidos define unilateralmente nuevas normas internacionales, a menudo ignorando a los demás, incluso a sus aliados. Pero la reelección de Donald Trump ha aumentado los recelos de los centristas europeos.

Los países del Sur en desarrollo se vieron a menudo obligados a tomar partido en la primera Guerra Fría, librada ostensiblemente por motivos políticos e ideológicos. Ahora que las economías mixtas son omnipresentes, la nueva Guerra Fría no se centra en el capitalismo.

Por el contrario, las variantes capitalistas rivales conforman la nueva geoeconomía, al igual que las variaciones estatales subyacen a la geopolítica. A menudo se invoca el autoritarismo, los partidos comunistas y otras palabras sucias liberales.

La nueva Europa

A pesar de su controvertido historial durante su primer mandato como presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen es ahora más poderosa y beligerante en su segundo mandato.

Sustituyó rápidamente al español Joseph Borrell, anterior vicepresidente de la Comisión y alto representante encargado de las relaciones internacionales. En alguna ocasión Borrell describió Europa como un jardín que el Sur global, la jungla circundante, quiere invadir.

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Para Borrell, Europa no puede esperar a que la jungla la invada. Por el contrario, debe atacar preventivamente la jungla para contener la amenaza. Desde la primera Guerra Fría, la Otan ha realizado más intervenciones militares, principalmente ilegales, ¡y cada vez más fuera de Europa!

Las armadas estadounidense, británica, alemana, francesa y australiana están ahora en el Mar de China Meridional a pesar del compromiso de 1973 de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) con una Zona de paz, libertad y neutralidad (Zopfan) y de que ningún gobierno de la región lo ha solicitado.

Nostalgia de la Guerra Fría

La primera Guerra Fría también fue testigo de sangrientas guerras en las que participaron supuestos intermediarios en el suroeste de África, América Central y otros lugares. Sin embargo, a pesar de las a menudo graves hostilidades de la Guerra Fría, también hubo raros casos de cooperación.

En 1979, la Unión Soviética retó a Estados Unidos a erradicar la viruela en una década.

El entonces presidente estadounidense Jimmy Carter aceptó el reto. En menos de 10 años, la viruela fue erradicada en todo el mundo, lo que subraya los beneficios de la cooperación.

La ayuda oficial al desarrollo (AOD) representa actualmente alrededor de 0,3 % de la renta nacional de los países ricos. Es menos de la mitad del 0,7 % prometido por las naciones ricas en la ONU en 1970.

El final de la primera Guerra Fría provocó recortes en la AOD. Los niveles actuales están por debajo de los que se alcanzaron cuando la primera ministra británica Margaret Thatcher y el presidente estadounidense Ronald Reagan estaban en el poder en la década de los 80, marcando las políticas neoliberales.

Se espera que las opiniones de Trump y su famoso enfoque transaccional de las relaciones internacionales recorten aún más la ayuda.

Los argumentos económicos contra la segunda Guerra Fría son claros. En lugar de dedicar más al desarrollo sostenible, los escasos recursos se destinan al gasto militar y a las prioridades estratégicas relacionadas.

(Jomo Kwame Sundaram, profesor de economía y antiguo secretario general adjunto de la ONU para el Desarrollo Económico.)

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