Ha sido un gusto, y gran desafío, estudiar la bien fraguada conferencia de la doctora…
Incursión en Ucrania, estanflación en el mundo Anis Chowdhury and Jomo Kwame Sundaram
El secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, insiste en que “el pueblo ruso sufrirá las consecuencias de las decisiones de sus dirigentes”. Los líderes y los medios de comunicación occidentales parecen creer que sus “sanciones descomunales”, realmente sin precedentes, tendrán un “efecto paralizante” sobre Rusia. Con las sanciones destinadas a estrangular la economía rusa, Estados Unidos y sus aliados esperan aumentar de alguna manera la presión interna sobre el presidente ruso Vladimir Putin para que se retire de Ucrania. Occidente quiere asfixiar a Rusia cortando sus fuentes de ingresos, por ejemplo, las que proceden de las ventas de petróleo y gas a Europa.
El rublo ya ha sido golpeado duramente al impedir que el banco central de Rusia acceda a sus 643 millardos de dólares de reservas de divisas que mantiene en el exterior del país y prohibir a los bancos rusos utilizar el sistema SWIFT de transferencia de pagos global gestionado por Estados Unidos. La retirada de grandes empresas transnacionales occidentales, como Shell, McDonald’s y Apple, perjudicará sin duda a muchos rusos, no sólo a los oligarcas, que constituyen el objetivo explícito de las sanciones. Así pues, la afirmación de Blinken de que “los costes económicos que nos hemos visto obligados a imponer a Rusia no van dirigidos contra ustedes [los rusos de a pie]” puede sonar a hueco a la inmensa mayoría de la población rusa. A esta no le servirá de consuelo saber que dichos costes “están dirigidos a obligar a su gobierno a detener sus acciones, a detener su agresión”.
Como ha señalado The New York Times, “las sanciones tienen un historial pobre a la hora de persuadir a los gobiernos para que cambien su comportamiento”. Las sanciones de Estados Unidos contra Cuba durante seis décadas han perjudicado sin duda a la economía y al pueblo cubano, pero no han logrado sus supuestos objetivos, como tampoco lo han hecho en los casos de Irán, Corea del Norte, Siria o Venezuela. Evidentemente, “si el objetivo de las sanciones es obligar al señor Putin a detener su guerra, la conclusión de la misma se antoja lejana”.
Rusia, gran exportador de materias primas
Sin duda Rusia ya no disfruta de las ventajas industriales y tecnológicas de antaño. Tras las reformas de la era de Yeltsin efectuadas a principios de la década de 1990, su economía se redujo a la mitad, lo cual rebajó la esperanza de vida de los rusos en una escala no registrada durante ¡los últimos seis milenios! Rusia se ha convertido en un importante productor de materias primas al igual que muchos países en vías de desarrollo y las antiguas colonias de América del Norte y Australasia. En este momento es un gran exportador de petróleo y gas natural. También es el mayor exportador de paladio y trigo, así como uno de los mayores proveedores mundiales de fertilizantes compuestos de potasa y nitrógeno. El 4 de marzo Moscú suspendió las exportaciones de fertilizantes, alegando el “sabotaje” sufrido por parte de “empresas logísticas extranjeras”.
Los agricultores y los consumidores se verán perjudicados, ya que el rendimiento de sus explotaciones se reducirá a la mitad. Las repentinas y masivas interrupciones de las cadenas de suministro tendrán, por lo tanto, graves repercusiones en la economía mundial, que ahora presenta un grado de interdependencia más elevado que nunca, debido al periodo de globalización experimentado por la misma durante las últimas décadas.
El bumerán de la inflación provocada por las sanciones
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, ha advertido de la gravedad de las consecuencias económicas de la crisis ucraniana., señalando que la magnitud de las sanciones impuestas a Rusia empeorará el comportamiento de la inflación y ralentizará aún más el crecimiento económico. Ningún país es inmune a estas consecuencias, incluidos los que imponen las sanciones, pero los más perjudicados sin duda serán los países pobres, especialmente los africanos, que ya se enfrentan al aumento de los precios de los combustibles y los alimentos. Para Georgieva, el aumento de la inflación debido a las sanciones rusas es la mayor amenaza que se cierne sobre la economía mundial. “El aumento de los precios de la energía y de otros productos básicos como el maíz, los metales, los insumos para fertilizantes o los semiconductores, que se sumarán a la elevada inflación registrada en estos momentos”, son motivo de gran preocupación para el mundo.
Rusia y Ucrania exportan más de la cuarta parte del trigo mundial, mientras que Ucrania es también un importante exportador de maíz. Las perturbaciones y las interrupciones de las cadenas de suministro podrían incrementar entre el 0,2 y el 0,4 por 100 la “inflación general”, que incluye los precios de los alimentos y los combustibles, de las economías desarrolladas durante los próximos meses.
El precio de la gasolina en Estados Unidos se disparó durante la primera semana de marzo hasta alcanzar el máximo registrado durante los últimos diecisiete años. Los costes de otros productos de primera necesidad, especialmente los alimentos, también están aumentando. La secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, ha reconocido que las sanciones están agravando la inflación en Estados Unidos.
La Unión Europea obtiene el 40 por 100 de su gas natural de Rusia. Encontrar fuentes de suministro alternativas no será ni fácil ni barato. La UE es, por otro lado, el mayor socio comercial de Rusia, cuyo volumen de intercambios representó el 37 por 100 del comercio mundial en 2020. Por ello, las sanciones pueden perjudicar más a Europa que a Rusia, lo cual supone un caso paradigmático de autolesión absurda. El Banco Central Europeo prevé en estos momentos una situación de estanflación, es decir, de estancamiento económico e inflación y presumiblemente el aumento del desempleo, y ya ha recortado su previsión de crecimiento para 2022 del 4,2 al 3,7 por 100. Se espera que la inflación alcance el récord del 5,1 por 100, muy por encima de su anterior previsión del 3,2 por 100.
Los países en vías de desarrollo son las grandes víctimas
Los precios mundiales de los alimentos ya conocen máximos históricos. El Índice de Precios de los Alimentos (IPA) de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha subido más del 40 por 100 en los últimos dos años, habiendo alcanzado un máximo histórico en febrero de este año en gran parte debido al mal tiempo y al aumento de los costes de la energía y los fertilizantes. En este mismo mes, el Índice de Precios de los Productos Agrícolas se había elevado el 35 por 100 respecto al año pasado, mientras que los precios del maíz y el trigo lo habían hecho el 26 y el 23 por 100 respectivamente respecto a enero de 2021.
Además de la escasez y el aumento de los costes de producción debido al aumento de los precios de los combustibles y los fertilizantes, la especulación también puede hacer subir los precios de los alimentos, como ya sucedió en 2007-2008. Los signos de esta especulación ya son visibles. Los precios de los futuros del trigo del Chicago Board of Trade han subido el 40 por 100 a principios de marzo, el mayor aumento semanal registrado desde 1959.
El aumento de los precios de los alimentos afecta más a los habitantes de los países de renta baja y media, ya que gastan una parte mucho mayor de sus ingresos en ellos que los de los países de renta alta. El principal índice de inseguridad alimentaria se ha duplicado en los últimos dos años y así, antes de la crisis ucraniana, ya había en el mundo 45 millones de personas al borde de la inanición. Los países de África y Asia dependen mucho más del grano ruso y ucraniano. El Banco Mundial ha advertido que la crisis ucraniana “tendrá importantes repercusiones en Oriente Próximo y en África, en especial en sus áreas septentrional y subsahariana”, lugares en los que una gran parte de la población ya sufría inseguridad alimentaria antes de la incursión rusa.
La crisis de Ucrania será devastadora para los países que luchan por hacer frente a la pandemia. Al no poder acceder a suficientes vacunas ni ser capaces de organizar respuestas adecuadas a la misma, ya han quedado rezagados respecto a los países ricos. Las últimas subidas de los precios de los alimentos y del combustible también agravarán los problemas de la balanza de pagos y las presiones inflacionistas internas.
¡No a la guerra!
El proverbio africano “Cuando dos elefantes pelean, la hierba queda destrozada” resume bien la situación mundial. Estados Unidos y sus aliados parecen decididos a “estrangular a Rusia” a toda costa sin tener en cuenta los enormes daños colaterales que ello causara al resto del mundo. Esta crisis internacional llega después de que el multilateralismo haya sido socavado durante décadas. Las esperanzas de reducir las hostilidades internacionales generadas por la elección del presidente Biden se han evaporado a medida que el doble rasero de la política exterior estadounidense se hace más evidente.
Rusia cuenta con poco apoyo para su agresiva violación del derecho y las normas internacionales. A pesar de décadas de provocaciones deliberadas de la OTAN, incluso después del fin de la Unión Soviética, Putin ha perdido la simpatía internacional con su agresión a Ucrania. Pero tampoco la OTAN ni Occidente cuentan con un apoyo generalizado. Tras los fiascos del apartheid de las vacunas y de la financiación de las políticas contra el cambio climático, las naciones más pobres y de “piel oscura” se han vuelto más cínicas ante la hipocresía de Occidente a medida que su racismo se vuelve más descarado.