Fin de la primera Guerra Fría El final de la primera Guerra Fría se ha…
¿Retorno a los traumáticos años 80? Anis Chowdhury and Jomo Kwame Sundaram
Los países ricos suben las tasas de interés en un esfuerzo para vencer a la inflación, mientras los países del Sur en desarrollo luchan para hacer frente a la desaceleración económica, la inflación, esa elevación del valor del dinero y otros costos, además de la creciente angustia de la deuda.
Las subidas de los tipos de interés de los países ricos han provocado salidas de capital, depreciaciones de la moneda y mayores costes del servicio de la deuda. Los problemas de los países en desarrollo se han visto agravados por la volatilidad de los precios de las materias primas, las perturbaciones del comercio y la disminución de los ingresos en divisas.
Aumento de los riesgos de la deuda
Casi 60 % de los países más pobres ya se encontraban en situación de riesgo de endeudamiento, incluso antes de la guerra en Ucrania. La carga del servicio de la deuda en los países de renta media ha alcanzado los máximos de los últimos 30 años, ya que los tipos de interés aumentan con los precios de los alimentos, los fertilizantes y los combustibles.
La deuda externa de los países en desarrollo ha aumentado desde la crisis financiera mundial de 2008-2009, pasando de 2 billones (millones de millones) de dólares en 2000 a 3,4 billones en 2007 y 9,6 billones en 2019.
La proporción de la deuda externa con respecto al producto interno bruto (PIB) se redujo de 33,1 % en 2000 a 22, 8% en 2008. Pero con el lento crecimiento desde aquella crisis, aumentó 30 % en 2019, antes del estallido de la pandemia de covid-19.
La pandemia elevó la deuda externa de los países en desarrollo hasta los 10,6 billones de dólares, o 33 % del PIB en 2020, el nivel más alto registrado. La relación deuda externa/PIB de los países del Sur global, salvo China, fue de 44 % en 2020.
El endeudamiento en los mercados internacionales de capitales se aceleró después de la crisis de 2008 al bajar los tipos de interés. Pero la deuda comercial suele ser de menor duración, normalmente menos de diez años. Además, los prestamistas privados rara vez ofrecen opciones de reestructuración o refinanciación.
Los acreedores de los mercados internacionales de capitales cobran a los países en desarrollo tipos de interés mucho más altos, aparentemente por el mayor riesgo. Pero los cambios en la composición de la deuda pública-privada y los costes asociados han hecho que dicha deuda sea más arriesgada.
La proporción de la deuda privada a corto plazo pasó de representar 16 % del total de la deuda externa en 2000 a 26 % en 2020. Mientras tanto, la proporción de la deuda externa pública en los mercados de capitales internacionales aumentó de 43 % a 62 %. Además, gran parte de la deuda corporativa, especialmente de las empresas estatales, está garantizada por el gobierno.
Mientras tanto, la deuda privada no garantizada supera ahora a la deuda pública. Aunque la deuda privada no esté garantizada por el Estado, este suele tener que asumirla en caso de impago. Por lo tanto, dicha deuda debe considerarse como un potencial pasivo contingente del gobierno de turno.
El endeudamiento de Sri Lanka en el mercado internacional de capitales pasó de 2,5 % de la deuda externa en 2004 a 56,8 % en 2019. Su cuota de deuda denominada en dólares pasó de 2,5 % en 2012 a 65 % en 2019, mientras que China representó 10% de sus acreencias externas.
Los empréstitos privados a menos de 10 años eran 60 % de la deuda esrilanquesa en abril de 2021. El tipo de interés medio de los créditos comerciales en enero de 2022 era de 6,6 %, más del doble que el chino. En 2021, tan solo los pagos de intereses de Sri Lanka alcanzaron equivalieron a 95,4 % de sus decrecientes ingresos públicos.
La deuda comercial, en su mayor parte eurobonos, constituyó 30% de todas las acreencias externas de África, mientras que la deuda con China representó 17 %. La deuda comercial de Zambia pasó de 1,6% de los empréstitos externos en 2010 a 30 % en 2018.
Mientras, 57 % de los pagos de la deuda externa de Ghana se dirigieron a acreedores privados, y los eurobonos se llevaron 60 % de los pagos de Nigeria y más de 40 % de los de Kenia.
Más préstamos comerciales
De este modo, la deuda externa implicaba cada vez más un riesgo especulativo. La financiación con bonos públicos, el componente más volátil de la deuda externa, aumentó en relación con los préstamos de los bancos comerciales y otros créditos privados. Mientras tanto, el crédito oficial, más estable y menos oneroso, ha perdido importancia.
Varios factores han empeorado las cosas. En primer lugar, la mayoría de los países ricos no han realizado los desembolsos de ayuda anuales prometidos, que debían sumar 0,7% de su renta nacional bruta, según se estableció hace más de medio siglo.
Peor aún, los desembolsos reales han disminuido de 0,54 % en 1961 a 0,33 % en los últimos años. Solo cinco países han cumplido sistemáticamente su promesa de aportar 0,7 %. En las cinco décadas transcurridas desde ese compromiso, las economías ricas no han entregado nada menos que 5,7 billones de dólares en ayuda.
En segundo lugar, el Banco Mundial y los donantes han promovido la financiación privada, promoviendo las “asociaciones público-privadas” y a la “financiación mixta”.
Los resultados en materia de desarrollo sostenible de esta financiación privada, especialmente en lo que se refiere a la promoción de la reducción de la pobreza, la equidad y la salud, han sido, en el mejor de los casos, desiguales. Sin embargo, la financiación privada ha impuesto una pesada carga a los presupuestos públicos de los países receptores.
En tercer lugar, desde la crisis global estallada en 2008, las economías industrializadas han recurrido a políticas monetarias no convencionales de flexibilización cuantitativa, con tipos de interés reales muy bajos o incluso negativos. Por ejemplo: con el acceso a fondos baratos, los gestores que buscaban mayores rendimientos invirtieron lucrativamente en los mercados emergentes antes del reciente cambio de rumbo.
Los grandes fondos de inversión y sus colaboradores, por ejemplo, las agencias de calificación crediticia, han creado con provecho nuevos medios para que los países en desarrollo saquen a bolsa más bonos para captar fondos en los mercados internacionales de capitales.
Empeorando las cosas
El asesoramiento político de los donantes y los bancos multilaterales de desarrollo (BMD), los prejuicios de las agencias de calificación y la falta de un mecanismo ordenado y justo de reestructuración de la deuda soberana han configurado las prácticas de los préstamos comerciales.
Favoreciendo las soluciones del mercado privado, los donantes, los BMD y el Fondo Monetario Internacional (FMI) han desalentado las iniciativas de desarrollo proactivo durante más de cuatro décadas. De ahí que muchos países en desarrollo sigan siendo productores primarios con limitadas bases de exportación e ingresos volátiles.
Han instado a realizar reformas debilitantes, por ejemplo, argumentando que las reducciones de impuestos son necesarias para atraer la inversión extranjera directa. Mientras tanto, la evasión y la elusión del impuesto de sociedades han agravado las pérdidas de ingresos de los países en desarrollo. Así, los ingresos netos han disminuido, ya que dichas reformas no generan suficiente crecimiento e ingresos.
Las agencias de calificación crediticia a menudo evalúan desfavorablemente a los países en desarrollo, elevando sus costes de endeudamiento. Al rebajar rápidamente la calificación de los mercados emergentes, hacen que sea más costoso obtener financiación, incluso si los fundamentos económicos son sólidos.
La ausencia de mecanismos de reestructuración de la deuda ordenados y justos no ha ayudado. Los prestamistas comerciales cobran tipos de interés más altos, aparentemente por el riesgo de impago. Pero luego, se niegan a refinanciar, reestructurar o proporcionar alivio, independientemente de la causa del impago.
¿Cuándo aprenderemos?
Tras las subidas del precio del petróleo en la década de los 70, los bancos occidentales, especialmente los estadounidenses, nadaban en liquidez a medida que las reservas de dólares de los exportadores de petróleo aumentaban. Estos bancos impulsaron el endeudamiento, consiguiendo que los gobiernos de los países en desarrollo se endeudaran a bajos tipos de interés reales.
Después de que la Reserva Federal de Estados Unidos comenzase a subir los tipos de interés a partir de 1977 para luchar contra la inflación, otros grandes bancos centrales le siguieron, aumentando la carga del servicio de la deuda de los países deudores. La consiguiente desaceleración económica redujo los ingresos de los exportadores de materias primas.
En el pasado, el FMI y el Banco Mundial impusieron medidas de estabilización y ajuste estructural de “talla única”, perjudicando el desarrollo en lo que se llamó la década perdida para los países endeudados del Sur. Los países en desarrollo tuvieron que aplicar severas medidas de austeridad, liberalización y privatización. Al disminuir los ingresos reales, su progreso retrocedió.
Con la pandemia, los países en desarrollo han visto salidas masivas de capital, más que en 2008. Mientras tanto, el aumento de los precios de los alimentos, los fertilizantes y los combustibles está drenando sus ingresos y reservas de divisa.
A medida que la Reserva Federal de Estados Unidos sube las tasas de interés, la fuga de capitales hacia Wall Street deprecia otras divisas, aumentando los costes de importación y la carga de la deuda. Así, un creciente número de países necesitan ayuda financiera.
Los países endeudados buscan de nuevo el apoyo de los prestamistas de última instancia con sede en Washington.
Pero sin un alivio suficiente de la deuda, una crisis temporal de liquidez amenaza con convertirse en una crisis de sostenibilidad de la deuda y, por tanto, de solvencia, como en sucedió en aquella traumática década de los años 80.